Buscando razones por las cuáles seguir respirando es como he llegado a darme cuenta de que tan solo el suicidio me haría bien, pues solo él, con su mística esencia, podría purificarme verdaderamente de todas las miserias y tragedias de esta infernal existencia.
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Y, si algún día pudieras mirar las cosas desde mi perspectiva, si pudieras sentirte como me siento cada día en esta repugnante realidad, seguro que te pegarías un tiro de inmediato.
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La inexistencia absoluta debe ser lo más sublime que pueda, irónicamente, existir. Lástima que para seres tan banales como nosotros se trate solo de una quimera que carcoma el interior de los verdaderos suicidas con su inefable añoranza.
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Si esto es todo para lo que está destinada la raza humana, mejor sería que nada hubiese existido jamás. Si esto es lo más a lo que puede aspirar el ser, preferible sería extirparlo para siempre de una realidad que, por lo demás, parece no necesitarlo en absoluto.
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Desde el instante en que llegamos a este mundo vil, estamos condenados al más oneroso sufrimiento sin sentido y a todas las penurias que esta horrible realidad nos tiene preparadas; porque, en efecto, esta vida solo se trata de sufrimiento, agonía y desesperación en formas que ni siquiera podríamos comprender o imaginar.
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Aquellos delirantes sueños donde podía visualizarme como una entidad completamente diferente a mi vomitiva humanidad eran los mejores momentos de mi existencia, aunque bien sabía que se trataba de meras entelequias para olvidar temporalmente mi funesta realidad.
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Catarsis de Destrucción
