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Caos Letal

Continué pensándote cuando colocaste tu cuerpo entre los manantiales del cosmos en absoluto colapso. Refulgía tu sublime figura y se enmarcaban tus augustas mejillas cada vez que la noche tu preciosa mirada golpeaba. Te recordaba en mi malsana condición, anhelando un único corazón tan despedazado como el mío, tan carente de todo sentido. La vida no poseía el más mínimo valor, pero eso no era suficiente para que no pudiera amarte en esta letal conmoción. Trazas de descuartizados mártires debía arrancar para purificarme a través de las capas ardientes de tu fuego, para ser consumido por el eterno y gélido infierno donde reposaban tus besos. Y es que en todos mis voluptuosos sueños te imagino y te añoro con una bárbara y embriagante vehemencia, pues eres tú el ángel oscuro cuya clemencia requiero para emanciparme de las sombras que me atormentan cada madrugada. Te juro que ya no duermo, tan solo espero tu llegada para fundirme con tu alma sibilina.

Hasta pareciera como si tu cuerpo no me bastase para saciar esta amarga y escanciada concupiscencia. Es que no puedo y no debo pensarte como lo hago, pero no hallo motivo para detener el intercambio de sonidos y colapsar el arrebol que surge cuando se matizan tus labios. Retenerte en la sencilla e inherente profundidad de mi ser no me alcanzaría en lo absoluto para recorrer tus pronunciadas ideas, mismas que, en su atracción estelar, fulminaron todo respeto hacia cualquier concepción que prohíba a mi boca mantenerse pegada eternamente a tu incandescente entelequia. Me parece que podría reiniciar todos los ciclos si tan solo tu esencia me guiase hacia la convergencia de nuestros corazones pegajosos, hacia ese purpúreo vestido desgarrado que tan bien te luce en las noches de la tragedia humana. Pero deliro, pues sé a la perfección que tú ya no existes en esta anómala dimensión donde se pudren mis restos hasta que tu canción me libere de esta impía condena.

Todos los colores solamente se derriten en tu nombre; sí, en el coqueteo de tus ojos, en la preciosidad de tus sonidos y en las orladas concepciones que envuelven tu sublime esencia. Todo lo que tú eres podría adorarlo aún más allá de la muerte, aún más allá de cualquier cielo, purgatorio o infierno. En mis más recalcitrantes sueños es donde siento fundir nuestras almas para demostrar de manera fehaciente que mi amor por ti va más allá de una simple y humana concepción. Tú me gustas de manera más que obsesiva, me enloqueces por completo. Por ti, no habría algo que yo no estaría dispuesto a hacer, destruir o edificar. En tu nombre habrán de ser exterminadas razas enteras y surgirán galaxias desde el vacío cuántico. Tú serás por siempre el centro de mi universo y la recalcitrante locura de la cual jamás querré curarme. Tú me haces recordar que, por recorrer con mi lengua todos tus dientes una vez más, yo sería capaz hasta de entregarme, esa misma noche, al divino caos de la muerte.

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Anhelo Fulgurante


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