El desconocido

Desternillados rostros vagabundean en las calles inherentes y atroces

Resoplan los fulgores de extraño y encomiable brillo tétrico

Insufribles laberintos resaltan en la naturaleza anómala y enfermiza

Sabía que lo repugnaba, pero lo necesitaba para sentirme todavía vivo

.

La querella se prolongó hasta encerrarme en el féretro sin luz ni esperanza

Se impusieron las enervantes sombras en mi reducida y estrecha voluntad

Era yo prisionero de mí mismo, un errante y soñador humano alucinante

Lo detestaba en el fondo; empero, lo revivía para sentirme menos carcomido

.

Y, aunque negase su existencia, eso equivaldría a negarme a mí mismo

¿Acaso era yo real? ¿Qué era lo imaginario y qué tanto de mí había perecido?

La ilusión se había tornado terriblemente real sumiéndome en el vahído

Tras incontables síncopes, escapé de la criatura hacia el temible vacío

.

Incontable, pues la muerte sería un remedio temporal y solo parcialmente efectivo

¿Qué hacer? ¿A dónde ir? ¿Cómo luchar cuando tú eres el mayor enemigo?

Si tan solo pudiese contrarrestar los perturbadores aullidos proferidos

Si sus lacerantes métodos no intentasen hacerme olvidar lo que he sido

.

¿Qué era verdad y qué mentira? ¿En cuántos fragmentos me había escindido?

Descifrar la malsana deformación espiritual conllevaría a un desdichado camino

La cumbre de la locura no estaba lejos del alcance de mis etéreos quejidos

¿Con quién buscar ayuda? ¿Cuánto más resistiría el haberme en mí mismo diluido?

.

La pregunta fundamental era susurrada en las estrepitosas ruinas de mi autonomía

Se mezclaban los matices de la inferencia involuntaria en la distópica monomanía

Si acaso existe divinidad alguna, imploro por un momento de ataraxia sublime

Y añoro el suicidio para solventar esta situación de no saber en qué me he convertido

.

Libro: Irrefrenable Tristeza


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