Escrutinio Enloquecedor

Está siempre al acecho, vigilando cada sendero y discutiendo en mi interior. Quisiera solo desnudarla y saber por qué se oculta, por qué no he de poder verla plenamente y hacerla hablar, comprender los versos que en enigmas y símbolos plantea y a los cuales no hallo nunca solución. Cada vez que intento decidir, sea en lo más simple o en lo más complejo, en la banalidad o en el amor, aparece y lo contagia todo de un sombrío color. Nunca la miro sonriendo o llorando, triste o animada, solo inmutable al paso del tiempo e indiferente ante mi dolor. Yo soy solo un esclavo, un tonto a quien la libertad abandonó tras haberse rebelado, tras haber degustado la poesía del loco soñador. En mi fantasiosa mente aún conservo el aroma de su peculiar y enloquecedora poesía, de su última tonada de muerte sublime.

No conviene que te acerques a mí, no coloques esas suntuosas esperanzas en un pecador sin espíritu ni amor. Si lo haces, enloquecerás como todos los que han intentado averiguar lo que había detrás de la puerta donde se esconde mi penumbra. Pues está ahí, impertérrita y gigantesca, tan sublime como la más inefable sinfonía, como el más siniestro poema o la más exótica obra de arte. Y, al mismo tiempo, tan poderosa como para acabar con mi libre albedrío o destruir lo que soy en el fondo. Me tambaleo, se acerca el final, puedo sentirlo. Ya no dice nada, solo continúa observando, alimentándose de cada vivencia, extrayendo lo mejor, sobreviviendo al calvario del tortuoso vacío y del demoniaco adulador. ¡Es tan agobiante su presencia, tan espeluznantemente bella la sonrisa que ostenta!

Pareciera que ocupa ya mi puesto, pienso que ríe sin mostrar su expresión, que crece cuando doy prioridad a lo que me recalca como miembro de esta putrefacta humanidad. Tal vez esconda la clave esotérica, la llave para desterrar lo que más aborrezco en mi corazón acerca de mi propia verdad. Si pudiera al menos conocerla, saludarla y pedirle un poco de atención. Si tan solo fuese menos cobarde en mis patéticos intentos por coronar la silueta del poeta suicida, entonces todo sería pura iluminación. Tantas noches extirpando la lujuria de los demonios alados, y todo para continuar en esta pesadilla de vida contaminada. Sin embargo, es escurridiza y no considera digna mi súplica, no se uniría con alguien como yo, aunque viva en lo más incognoscible de mi interior.

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Libro: Repugnancia Inmanente


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