Inconsciente Despertar

Ancestrales conocimientos resguardados en la biblioteca prohibida del decaimiento

Un olor peculiar y un sabor icónico degustaba la eternidad en aquellos tomos supremos

Eran los restos de lo que alguna vez pudo ser el tiempo y el espacio en la tormenta

Cruenta ignominia y abyectas pesadillas en mi mente laceran una supuesta cordura

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Los ríos se secaron sin dejar rastro alguno de sus burbujeantes susurros acuáticos

Ni tampoco hubo una reminiscencia de lo que llegó a ser la selva y su esencia

Adoración y oraciones vertidas en vano con el único fin de la extinción espiritual

Auténticos ascetas llegaron del más allá y tragaron la carne fresca de los dioses

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En tanto, los mugrosos monos del desconocido multiverso ensuciaban la reverberación

Algunos presos y otros esclavizando, algunos riendo y otros por pan mendigando

Algunos fornicando en las sombras, y otros consumiéndose en las insanas y violentas olas

La miseria y la tristeza, ¡qué excelsa combinación para esta noche de muerte!

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Entre más inconsciente soy de los iridiscentes peñascos, menos siniestro es el abismo

Solo una depresiva sinfonía curará la pestilencia de mi condición decadente y cerval

Osaba soñar la humanidad con poder y lo eterno, ahora se despedaza en el fuego

Todo el ego arde y fulgura, el arte renace cual fénix de las cenizas de la asquerosidad

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A esos llamados humanos los oí proferir toda clase de estupideces con vil orgullo

Ostentaban deformes concepciones y vomitivas percepciones en los cielos deformes

Escuchaba por doquier sus rezos y sus deseos; materialismo y dinero, nada más que eso

¿De qué sirve existir en un mundo condenado a la inexpugnable tragedia del deceso?

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No soporto su más mínima expresión, no resisto permanecer entre sus banales ideales

Solo denotan la más desdichada y purulenta expresión de aquello que no debería existir

No es pertinente permitir a una raza tan miserable vivir; en todo caso, tampoco morir

¿A dónde irán ustedes, monos parlantes, condenados al vacío y a la banalidad del ser?

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Me arrepiento de brindarles tan majestuosa poesía, bien sé de su deplorable pensar

Tal vez ni eso consigan, infectando sus mentes sentados frente a esa caja de pesadilla

Infatigables son sus sedientos anhelos de guerra, indecente resulta su mero andar

Marchitado el despertar, cierro los ojos y me refugio en mi triste y sórdida soledad

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Libro: Irrefrenable Tristeza


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