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Catarsis de Destrucción 43

Recuerdo que su rostro, plagado de imbecilidad, me hartaba tanto como la existencia misma. Quería que la amara, pero ¿es que acaso no podía entender que yo ya no podía amar a algo humano? Y, desde luego, mucho menos a alguien tan asquerosamente humana como ella; con esos absurdos sueños de procrear y envejecer juntos. ¡Qué ilusa! Si tan solo supiera que, en breve, me quitaría la vida de manera sublime: me suicidaría el día de su cumpleaños.

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Me gustaría más ser un dinosaurio, así al menos no tendría que lidiar con todos estos problemas existenciales y tan solo me extinguiría.

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Me preguntaban todo el tiempo que cuál era mi problema con la existencia sin saber que ese precisamente era mi problema: la existencia.

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La existencia de todo y de todos me fastidia y me asquea sobremanera; me induce a un estado psicótico del que no puedo escapar sino hasta haber liberado el odio acumulado mediante alguna conducta autodestructiva. Y ojalá que algún día de estos ese odio me conduzca a los hermosos aposentos del suicidio.

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Y suele pasar que la persona que creemos que es el amor de nuestra vida es la que, sin darnos cuenta, o incluso haciéndolo, termina absorbiéndonos la vida…

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Para amar a alguien de verdad, primero se debe estar dispuesto a renunciar a ser uno mismo. Y tal cosa, a mi parecer, no vale la pena llevarla a cabo por absolutamente nadie.

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Catarsis de Destrucción


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