Pensamientos LEEH3

Nadie ama tan solo por amor, se necesita una implicación de otros factores que rebajen dicho concepto al nivel en que el humano pueda experimentarlo más como un objeto y no como lo que realmente es: una quimérica defunción.

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Odio no ser yo mismo, pues cuando retorno de la nada ya no tolero mantenerme atrapado en este trivial sinapismo donde se supone que existo.

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Por los sutiles espejismos de un supuesto destino fue que el sendero se manchó de sangre y veneno, pero no había ninguna otra vereda en la cual todas las divisiones de mi ser hubiesen podido hallar espacio suficiente para la ulterior convergencia. Comprendía que yo no había sido el autor de cada suceso, pero tampoco una cruel víctima de la telaraña estocástica.

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Destino y libre albedrío eran solo conceptos vagos que en el mundo humano se utilizaban para no vislumbrar la armonía detrás de cada destrucción y la tristeza de un nuevo amanecer en la construcción de los ciclos eternos.

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¿Qué eran aquellos misteriosos e imprescindibles extravíos que dibujaban una quimérica realidad en la cual podía explorar una sabiduría que me sometía y desdoblaba? No sé si yo era quien moría o si el caos infinito me transportaba momentáneamente a la dimensión donde el bien y el mal se reían de la risible percepción humana.

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Lo único que no encajaba en aquellos atemporales vómitos del todo abstraído era mi naturaleza, misma que me permitía suponer mi existencia y no desaparecer para siempre de esta inverosímil quintaescencia.

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Libro: La Execrable Esencia Humana


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