La vida es cruel y absurda, por eso es mejor no estar mucho tiempo en ella. ¿Qué conseguiríamos, en todo caso? Puro sufrimiento, irrefrenable agonía y tragicómica desesperación… Lamentos de amargura embotarían nuestras entrañas al sabernos presas de esta horrible existencia, de esta pesadilla de latente incredulidad. Todo lo que podemos hacer es añorar la muerte, alucinar con nuestro inminente suicidio y suplicar por jamás volver a este mundo infestado de banalidad, estupidez y efímero poder. ¡Oh, si fuera posible nunca haber conocido nada de esto! ¿En cuántos pedazos se puede todavía quebrar mi apesadumbrada alma hasta que el silencio de otro lúgubre amanecer vuelva a envolverme con su sempiterna insensatez? Quizá mi destino siempre me fue desconocido y gracias a eso es que todo lo he conocido me ha parecido tan vacío, nauseabundo e infernalmente humano.
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El tiempo es la única ilusión de la que nunca dudamos y la que mejor nos consume.
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Nuevamente despertar en esta realidad execrable, ¿hasta cuándo seguiremos enloqueciendo y padeciendo los efectos de esta existencia anómala y ridícula?
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La existencia humana es jodidamente absurda, pues consiste en un constante entrenamiento para obtener dinero, poder y reproducirse. Lejos de eso, no hay mucho más que se pueda o se quiera hacer.
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Todos mienten, es mejor saberlo antes de decirse enamorado y feliz.
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En la mayor agonía comprendí que ya ni siquiera me importaba plasmar ideas, pues lo único que esperaba era descansar en paz por siempre.
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Catarsis de Destrucción